El matrimonio de Solito con Santita ha hecho agua; así se lo ha anunciado ella. Y mientras él intenta entender por qué la santa ha decidido eso, su vida empieza a transformarse en un departamento minúsculo pero con bidé, en una relación distinta con sus hijos y en los dudosos consejos de la familia y los amigos, que lo llevan, incluso, a la telaraña de las aplicaciones de citas. Desorientado, ha vuelto donde su primo, abogado como él, para que lo ayude a resolver su separación, y también a cerrar su viejo litigio por presunto fraude informático.
En Solito a capella, Julio Pastor Borda trae de regreso al corrosivo y mordaz protagonista de su primera novela. Aquí, la ruptura del matrimonio de Solito es la puerta a través de la cual se desliza el autor para exponer los viejos usos y los inveterados defectos nacionales, y proponer, a fin de cuentas, costumbres nuevas. Porque en medio de su rigidez emocional, Solito es también capaz de mostrarse tierno y frágil, tan confundido como enamorado, para entregar nada más y nada menos que una extensa y divertida declaración de amor.