Entre las dunas del desierto y los sembríos del norte costero, allá en Chao, La Libertad, vive Ángela de los Milagros Cardona Beltrán, más que una mujer, una alegoría. La suya es la historia nacional más temprana, la de la república que emerge del régimen colonial, previo tránsito por las guerras independentistas, para delinear un camino propio, pero no nuevo. Trae consigo las antiguas raíces hispanas, y también el irrenunciable legado cultural, mágico y chamánico, de salinares, virús, moches, chimúes. Ángela es la patria y sus vaivenes, sus circularidades.

En Ángela de los Milagros, su primera novela, Ricardo Wiesse pinta de otro modo. Aquí están las mismas obsesiones que en su obra plástica: el paisaje costero, a veces árido, a veces fértil; el retrato dramático que une persona y territorio, trazo y lienzo; y la historia, la reconstrucción con rigor documental de usos, costumbres, creencias. En ese diálogo entre pasado y presente perfila, o más bien propone, a una protagonista excepcional en un mundo dominado por hombres, a una mujer que busca su destino a contrapelo de las tradiciones patriarcales.