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Federico León y León (Lima, 1969)

Cuando escribo una novela tiendo a evitar un narrador que emita juicios absolutos sobre la trama, los sucesos, los personajes, y en cambio, busco siempre que cualquier opinión sea dada por alguno de los personajes y contrastada, en lo posible, por otros personajes, dejando en el lector la decisión de estar a favor o en contra del desenvolvimiento de los personajes en la novela. Creo que los escritores que más han influido en mi estilo son James Joyce, William Faulkner, Virginia Woolf, Mario Vargas Llosa y Milan Kundera.

Cuando escribo una novela, voy avanzando el texto tanto mentalmente como en la escritura misma. Puede que haga una pausa en la escritura, o que avance con mayor o menor ritmo entre una semana y otra, pero mentalmente sigo desarrollando la trama y los personajes. El proceso es continuo entre ambos, entre el pensamiento y el texto.

-La inmortalidad, de Milan Kundera

-Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa

-Black Water, de Joyce Carol Oates

-American Psycho, de Brett Easton Ellis

-El Evangelio según Jesucristo, de José Saramago

Augusto Rodríguez (Lima, 1977)

Empecé a escribir de oído; es decir, sin conciencia plena del estilo o los recursos de los que se puede disponer para potenciar un relato. Sin embargo, es el propio ejercicio de la escritura el que me ha ido retando a dedicarle más tiempo a la concepción de lo que quiero escribir; a investigar sobre los temas a abordar; a definir una estructura adecuada para la historia, lo que puede resultar hasta lúdico. Y, por supuesto, a leer y releer más (y entre líneas) para contar con más recursos narrativos. Esto último considero que va al margen de si una obra nos causa una grata impresión o de si el autor es de nuestros favoritos, por lo que toda lectura tiene la posibilidad de compartirnos algo. Escribo ficciones realistas y, a partir de este continuo aprendizaje, me gustaría poder hacerlo de tal manera que la atención del lector decaiga lo menos posible a lo largo de la obra. En algún momento me gustaría escribir también una novela histórica.

El día a día familiar, laboral y, en mi caso, en menor medida, el social, limitan los tiempos que le puedo dedicar a la escritura. Pero hace ya varios años que encontré un espacio idóneo. De lunes a viernes me levanto a las cuatro de la mañana, y los fines de semana un poco más tarde, pero no tanto, pues la costumbre me hace abrir los ojos muy temprano, aunque no quiera. A esas horas no solo la casa está en silencio, sino la calle también, lo que me permite ponerle toda mi atención a lo que estoy haciendo. En cada sesión le dedico a la escritura o a la revisión de lo ya escrito un par de horas, a veces un poco más. En estos años he ido desarrollando ese hábito, logrando volver a la escritura parte de todos mis días

Dejando injustamente a muchas de mis favoritas fuera, hoy me quedo con las siguientes:

-El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes

-Luz de agosto, de William Faulkner

-El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias

-El año de la muerte de Ricardo Reiss, de José Saramago

-La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa

Julio Pastor Borda (Lima, 1970)

Con mi primer libro, y un segundo del mismo personaje, he intentado alcanzar una narrativa de estilo casual, que se sienta espontánea, de fácil lectura y con humor. He buscado llegar al lector de una manera ágil y entretenida, con un contenido que puede ser más serio y real. Para lograr este estilo he tenido influencia de autores como Alfredo Bryce Echenique, Jaime Bayly y también de Mario Vargas Llosa.

Intento que mi rutina sea diaria, pero mucho depende también del ánimo e inspiración en el momento.

-Un caballero en Moscú, de Amor Towles

La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa

La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera

Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique

El viejo y el mar, de Ernest Hemingway

Gonzalo Cano (Lima, 1976)

Lo que yo busco como narrador es poder contar la vida interna de mis personajes dentro de una vida normal, como la de cualquier persona de a pie. Me gustan la sencillez y la sinceridad, e intento lograr un estilo que, sin perderse en la técnica y en el preciosismo, pueda tener un lirismo adecuado a las emociones e intensidad que busco transmitir.

Trato de escribir en medio de mi horario de trabajo, por lo menos un par de veces por semana, durante una hora u hora y media. Me gustaría escribir diariamente. Soy una persona de horarios. Voy anotando en una libreta ideas para escribirlas más adelante.

-Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoievski

-Las malas, de Camila Sosa

-La casa de cartón, de Martín Adán

-El espía del Inca, de Rafael Dummet

-La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa

 

Gonzalo Rodríguez Risco (Lima, 1972)

Vengo del mundo del teatro y del cine, y es por eso que mis mayores referentes son autores como Peter Shaffer, Paula Vogel o Edward Albee. Lo que tienen estos dramaturgos en común es que nos presentan un dilema moral que parecería fácil de resolver, pero luego nos golpean —sin anestesia— con diferentes puntos de vista, de tal forma que es el lector (o el espectador) quien debe pasar por la experiencia de los personajes y llegar a sus propias conclusiones. Al escribir no busco necesariamente un estilo, ya que siento que cada novela plantea su propia y particular forma de contarse. Lo que busco es crear historias que nos hagan dar una segunda mirada a nuestras zonas de confort.

Cuando escribo, escribo con horario. De ocho de la mañana a dos de la tarde. Dedico tres o cuatro horas a revisar lo escrito el día anterior, dos horas a escribir lo que será revisado al día siguiente. Cuando puedo, mil palabras al día; cuando el tiempo apremia y tengo otras obligaciones, quinientas. A veces debo intercalar con la escritura de algún guion o una obra de teatro. Cuando no escribo, que pueden ser meses después de terminar un proyecto grande, leo mucho. Las ideas llegan solas, se quedan dando vueltas por un tiempo, y cuando salen, lo hacen rompiendo la puerta y exigiendo ser contadas.

Va una lista variada, como mis gustos:

-Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago

-La trilogía Xenogénesis, de Octavia E. Butler

-El juego de Ender, de Orson Scott Card

-La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa

-It, de Stephen King

¿Y cómo que solo cinco? ¡Eso no se le pide a un autor!

Cosmos, de Carl Sagan; La chica mecánica, de Paolo Bacigalupi; Jonathan Strange & Mr. Norrell, de Susana Clarke; Matar un ruiseñor, de Harper Lee; El mundo sin Xóchitl, de Miguel Gutiérrez, La distancia que nos separa, de Renato Cisneros; La palabra, de Irving Wallace; The Source y muchos más, de James A. Michener; y ya pues, todo Gabriel García Márquez, bastante Mario Vargas Llosa y un exceso de Stephen King.

Ricardo Wiesse (Lima, 1954)

Me interesan asuntos históricos, sin fronteras. El Perú me atrae sobre todo.

Leo, escribo a diario, siquiera una línea. La escritura convive hasta ahora sin fricciones con la pintura. Somos una suma de influencias, de lecturas. He disfrutado desde niño la historia y la literatura por igual, y la arqueología.

-Guerra y paz, de Lev Tolstoi

-Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar

-El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes

-La violencia del tiempo, de Miguel Gutiérrez

-En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust

-Septología, de Jon Fosse